Por horas y días jugamos un juego sin reglas, sin condiciones donde no quisiera perder y mucho menos dejarte ganar. Un juego donde puede no importar quien gane, pues quizás el resultado sea igual. Un juego donde solo decimos lo que no sentimos y decimos aquello que sentimos con cada movimiento. Ya no se si ocultamos nuestras reales intensiones tras aquellas sonrisas, o aquellas sonrisa son las muestra mas descaradas del placer de librar esta batalla.
Debo confesar que disfruto contemplar cada segundo que con deslumbrante elegancia acaricias cada pieza y con cada sutil movimiento vas capturando espacios, robándome el aire. Y la vez te persigo por cada espacio que dejas en libertad, buscando una razón para hacer de tus colores blancos mis colores más opacos.
Se ha convertido un juego de desgaste donde utilizamos todas nuestras armas y miradas. Donde creamos estrategias para acariciarnos sin palabras. Juego a tocar tus manos, juegas a enredarte con mis pensamientos. Pienso en enredarme con tus cabellos e intentas esconder la mirada cuando voy ganándote terreno en los espacios en blanco de este juego. Sin saberlo también a avanzas poco a poco en mi mente, capturando por la retaguardia de mis pensamientos.
¿Acaso ganar lo es todo? A veces pienso que si y a veces que no. Te miro fijamente cuando empuñas tus palabras tal fueran una espada, das un paso sobre mi y no sabes mas que decir, me miras y se que puedo esperar cosas maravillosas de ti. Con cada espacio que capturas y capturo le ruego al tiempo para que detenga su marcha absurda a en búsqueda del perdedor. Tal vez no importe ya el desenlace de este apasionado juego. Pues me rendiría bajo una condición y es que con un beso nos rindiéramos al unísono los dos.